El año 2020 constituyó un año de cambios sin precedentes, un punto de inflexión que obligó a adoptar nuevos protocolos y hábitos de conducta al conjunto de la población mundial. Las importantes transformaciones impuestas por la pandemia del COVID-19 afectaron extraordinariamente a las dinámicas sociales, económicas y culturales de cientos de millones de personas, y llevaron al cierre o control del aforo de todos los espacios de reunión y concentración de personas, incluyendo a los museos de diferentes lugares del mundo.
Esta clausura temporal, que en no pocos casos se ha alargado hasta la actualidad, implicó un cambio de paradigma en los modelos de trabajo de sus profesionales y en los ecosistemas laborales en su conjunto, así como un giro sustancial en la relación de las instituciones museísticas con sus visitantes y sus comunidades, lo que se ha configurado como la nueva realidad vigente.
La trascendencia de los acontecimientos llevó a Ibermuseos a lanzar un primer estudio, publicado en julio de 2020, con el que dar a conocer la situación de las instituciones museológicas de la región e identificar sus necesidades más urgentes. Los resultados del sondeo pusieron en relieve la conveniencia de fortalecer las políticas públicas a través de las cuales proteger y dotar al sector, pero también con las que fomentar las redes de cooperación, impulsar mejoras laborales y trabajar en pro de la reducción de la brecha digital y la capacitación en el ámbito virtual. Cuestiones estas, no exclusivas al ámbito Iberoamericano, tal y como reflejaron las conclusiones de estudios aplicados a otras áreas geográficas, como es el caso de los desarrollados por NEMO, UNESCO o ICOM.
Transcurridos varios meses desde el inicio de la emergencia sanitaria, Ibermuseos, a través de su Observatorio Iberoamericano de Museos, puso en marcha una segunda investigación que se centró en profundizar en el conocimiento del impacto de las medidas de contención de la pandemia en la situación, inquietudes y perspectivas de futuro de las y los trabajadores del sector. Para ello, trató de involucrar a todos los y las profesionales que configuran el ecosistema museo, no únicamente a aquellos/as que integran las plantillas de estas instituciones, conscientes de que el personal autónomo o que forma parte de empresas subcontratadas por instituciones museográficas, son la parte más damnificada por esta crisis.
Los resultados y conclusiones pueden ser tenidos en cuenta para la optimización de la gestión museística, pero también para fomentar la protección de un sector profesional fundamental.
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