Dice Alicia Haber, destacada historiadora y crítica de arte uruguaya:
“Por su intención, por el substrato mítico y fantástico, las obras de Solari no son descriptivas ni narrativas. Los espacios son aperspectivos. Sus personajes antropozoológicos están en quietud, son actores del carnaval de la vida, figuras únicas mirando de frente o de perfil, tríos, cuartetos o grupos más amplios.
Solari empleaba recursos del informalismo como la línea rota, la variedad de trazos, lo aleatorio del pegoteo de papeles y el uso de textos, el apunte inmediato, la mancha, la superposición de planchas, el "frottage", el quemado, y toda una serie de elementos espontáneos en el grabado en metal que lo alejan del naturalismo.
La paleta baja española utilizada junto a los fondos más oscuros aún, acentúan el clima fantasmal. Su caudal imaginativo se hace presente también en el cromatismo que se independiza cada vez más de lo referencial.
Con esos recursos Solari dejó esas inolvidables obras en las que vuelan las grandes orejas, los ángeles levitan sobre las ciudades, los monstruos aparecen y reaparecen, los muebles tienen alas, las mascaritas dos rostros ambiguos, las extrañas barcas se desplazan en el agua y el aire y es permanente el desfile de un mundo de seres, cabras, loros, zorros, puercoespines, lobizones, quimeras y calaveras.
Mientras tanto las carrozas mágicas llevan personajes enmascarados, se elevan enigmáticas torres de Babel, los ciegos de este mundo se guían unos a otros y los magos pueden trasmutar la realidad encontrando un corazón palpitante en los sitios más inesperados”.